
Prólogo
La palabra prólogo reconoce su origen etimológico en el griego πρόλογος , traducido como “prólogos”. Está integrada por “pro” = antes y “logos” = palabra, designando literalmente al que hablaba antes, pues se aplicaba a los dichos de uno de los actores de la comedia griega, que salía al escenario, antes que el resto, para recitar la introducción al argumento de la obra.
Hoy día, un prólogo es lo que se escribe antes del inicio de un texto, dentro de su contexto o paratexto (mensajes, postulados o expresiones que complementan el contenido principal de un texto), a modo introductorio, pero con lenguaje literario, expresivo, ya sea por el propio autor, u otra persona.
¿Que se puede esperar de la actividad del pensamiento en nuestra época? .Cual es la utilidad de la filosofía en el mundo actual dominado por las ciencias y las técnicas? Por qué dedicar tiempo al pensamiento, a la escritura y a la lectura de estos textos? Hay que justificar, todavía, a la filosofía?

Julián Marías
La portada remite a Julián Marías y uno de sus libros que vienen en ayuda a prologar esta serie, aquí y ahora, de 1954.
El prólogo del autor en el libro es nombrado como La Autoridad Intelectual. Advierte la dilución progresiva de la misma a la que denomina como recurso importante para el hombre que vive en Occidente, cuando lo trágico del vivir se queda sin fundamento. No dice: faltan intelectuales. Dice su autoridad se ha volatilizado.
Y eran entonces los mediados de los 50 del XX. Quizá donde se pueden ubicar las raíces de una nueva época, post Segunda Guerra. Luego de Sartre el hombre Occidental se acostumbró a no contar ni escuchar a nadie. Ocurrió rápido, lo que señala la aceleración de los ritmos políticos desde entonces. Julián Marías, claramente por lo tanto se pregunta ¿Porqué sucede esto?
En el estado actual de cosas, dice, los intelectuales se autocensuran frente a la gravedad de ser mal escuchados, y luego efectivamente censurados por coacciones medioambientales difusas, que remiten anticipadamente a lo que, según Foucault años más tarde señalará, que está permitido decir en la microfísica de los poderes autorizantes, que nunca se fenomenalizan, invisibles objetos convertidos en causas de represión.
Y se vislumbra la gravedad, junto a lo que se calla se descifra lo que no se dice. La imposición, aun opaca, como indiscutible no requiere justificación ni tolera examen alguno. Y aún Nietzsche, son entre las nuevas sombras, y surten efecto en los colectivos de lo cotidiano, casi con la misma categoría de ciertas creencias, lo que se efectúa en la pérdida de alguna autoridad intelectual.
Las “recetas” parecen haber sustituído en el nivel más cotidiano al trabajo de ponerse a aprender a pensar y abrirse camino hacia el camino de hacerlo en nombre propio, para que en cuanto sujeto cada quien encuentra su propio objeto de razón. Es fácil expresarlo. Solamente se seguirán las señales y las sendas que conducen a ese camino a partir una voluntad y deseo de llegar a caminarlo. Se puede decir con cierta ligereza que nada ni nadie obliga a alguien salvo la voluntad de vida, aunque indagando un rato en los pliegues de los dispositivos que ya conforman en cierta forma los nuevos fenómenos a los que se asiste en esta época aún su “normalidad” de aparición en lo cotiano se puede aprender a leerlos como que son efectos con causas, la mayoría de las veces invisibles a primera vista.
Los capítulos que siguen a este prologo serán, desde un intento de dar lugar a las formas más filosóficas de poder pensar algunas cosas, se centrarán en
- Ciencia y tecnología, el nuevo paradigma.
- La Ética, como estamos hoy día.
- La Política, lo que convenientemente debiera hacer.
- La Cultura, nuevas formas y valores.
- La Filosofía, alternativa y vigencia.
Y estas vistas desde el reto de lo nuevos tiempos que siguen a los de la tradición filosófica, que a modo de entrada se supondrán como complementarios desde el momento que se agregan nuevos objetos de pensamiento, porque para nada los humanos hemos dejado de serlo, aún cuando el entorno por las razones que se intentará entender, los sume como tales, aún nos zozobre a algunos al menos.

Por una cuestión de método situamos como inicio preliminar a lo que se considera aún el comienzo del pensamiento moderno, Kant, que continúa a Descartes luego de su duda absoluta e inicio del racionalismo, al someter toda duda hasta que la razón obligue a admitir alguna idea (luego adoptada por Husserl).

Hay un sujeto, gramatical, el yo pensante que se forma una idea de un objeto que se le presenta. Puede ser él mismo. Pienso, luego existo. Puede ser tan solo una idea en la conciencia: un centauro, aunque no corresponda a alguna realidad. Lo que descarta Descartes es lo que no se presenta claramente a la consciencia. Sin adentrarse en el racionalismo descartiano y simplificando: lo importante en Descartes es el Discurso del Método que consiste en eliminar el objeto para quedarse con la idea indubitable que la razón presenta a la consciencia.
Desde entonces (S XVII) la filosofía comienza a ocuparse de la consciencia como cuestión central. Imaginar por un momento en una oscuridad absoluta un solo objeto. Si ese objeto no encuentra una consciencia capaz de experimentar su existencia, entonces no existe.

Vendrá Kant, que no se equivoca y nos induce a lo siguiente, con mucho de Deleuze:
Estamos de entrada parados entre dos columnas imperiales, presencia vigente de tiempos ya casi olvidados. De una lado la de la Experiencia con su multiplicidad de apariciones, del otro la del Concepto con sus artefactos de percepción, y justo en medio de ambas uno, cualquiera, el Sujeto que sostiene la relación entre dos vectores entre ellas., Uno el que desde la experiencia apunta al concepto que opera una reducción desde lo múltiple hacia cierta unidad del concepto, y otro opuesto que desde la columna Concepto se direcciona hacia la de la Experiencia como aplicación de si mismo a la experiencia sensible.
Bergson exclamará: Hay un problema, se están tomando 2 términos (inicio-fin, fin-inicio, signados en palabras) cuando son un producto diferencial de un mismo proceso, que además es fluido, móvil, en el que de entrada estaban indeferenciados. Esta pertenencia común es lo que explica la correspondencia. De esta manera, sin resolver nada que haya que resolver todavía, avanza paso a paso, arrastrado por su propio impulso, sobre el sujeto y el objeto, en el espacio y el tiempo, en la materia y en la memoria.
No vamos a hablar de Bergson ahora, lo que sí es de resaltar que desde lo anterior de alguna manera establece una regla de producción, una mínima técnica de entendimiento de los términos dados como sedimento a orillas un río que fluye, el nombrado proceso.
¿Que valor puede asignarse a un concepto?
Hay conceptos delgados, que cualquier brisa los revuela. Serían lineales que van del anterior al siguiente, que apenas una línea frágil separa y opone. Las líneas que no son infinitas van dibujando fronteras, entrecruzamientos, y a veces puntos importantes de concentración. Puede creerse conocer la China mirando un mapa.
Otros conceptos llegan como densos nubarrones moviéndose y deformándose con cierta lentitud iluminándose a veces por la luz de relámpagos fuertes. Cargados, graves de gravidad, pero inestables, chocando unos a otros, descargando energía, con diferencias internas de presión con sus consabidas sensaciones. Cargados siempre de más conceptos.
Preguntamos: ¿Se puede vivir ahí adentro?
Bergson dice “memoria” y se puede ve vivir ahí adentro. Spinoza dice “Dios” y es ya un mundo lleno, bastante lleno. Son centros de alta presión, como anticiclones. A pura potencia de saturación hacen a su alrededor una atmósfera que permite o no algunas cosas, las filtra, entre ellas la experiencia y los conceptos débiles o lineales.
Spinoza tiene también su regla de producción. Establece un axioma: Dios no es hombre, y lo hace procrearse geométricamente. Y completa proposiciones, demostraciones, conceptos y más conceptos, y cuando encuentra un lugar, aún menor, agregar la presión de un escolio y otro, a veces más de lo que una obra puede soportar.
De Kant, se podría hacer un terremoto del “juicio sintético a priori”, que destruyera toda la misma producción del autor. De una lado sería a priori no por previo a la experiencia, sino a la experimentación. Una técnica sencilla, a priori por definida antes como fundación a la cual regirse, obedecer, para interferir la correspondencia bergsoniana. Además, sintético no por relacionar dos heterogeneidades ya dadas, sino para heterogenizarlas, multiplicarlas, hasta que sean indiferenciables. El hecho de sobredimensionar el juicio sintético a priori permitirá una regla de producción, que se penetrará como, digamoslo metafóricamente, un invento de una fórmula que de por sí indetermina. “¿Que pasa si….? es el afecto de la regla de producción.
Bergson es una regla de producción, tuvo su fondo y su atmósfera. Spinoza es otra. Una regla de producción exitosa – por de todas maneras algo puede fallar – interfiere la correspondencia concepto-experiencia y heterogeniza multiplicando los términos (inicio, fin, palabras) en tanto que llegados a un punto concentrador, las diferencias parecen diluirse en un fondo dinámico e indiferenciado. Es ese mismo fondo el que se plaga, prolifera en conceptos y a pura potencia de hacinamiento levanta una esfera, una atmósfera: imágenes móviles, dispositivos motrices, disposiciones a la acción, montan habitos novedosos que son movimientos de contracción, centros de indeterminación y expansión, memoria, una única sustancia, partes en movimiento o reposo, composibilidades o sus contrarias, choques, afectos, afecciones, razón, leyes, etc……
Claramente, ya el sujeto del medio, ya no será el mismo.