¿Que dignifica pensar?
Lo que significa arreglar zapatos no lo aprenderemos jamás en tratado sobre la técnicas del arreglo de zapatos. Eso solo lo dice quien experimenta efectivamente vérselas con zapatos que deben ser arreglados. La pregunta ¿Que significa pensar? no se arregla presentando definiciones de conceptos sobre el pensar, cuyos contenidos puedan exponerse sagazmente. No pensaremos sobre el pensar. Hemos de mantenernos fuera de la reflexión que tenga el objeto pensar. Grandes pensadores como Kant y luego Hegel, tomaron cuento de lo inútil de esta reflexión. Tuvieron a fuerza de reflexionar entonces que salir de esta reflexión. Hasta donde hayan llegado de esa manera y hasta donde hayan ido a parar es cosa en lugar oportuno de nuestros camino que nos puede dar mucho que pensar.
Lo que hoy podemos aprender es: escuchar con exactitud.
En lo anterior anterior escribimos que Sócrates es el pensador más puro de Occidente, y los sucesores debieron refugiarse del viento. Ante tal afirmación se presenta una pregunta rara: ¿Platón, Agustín, Tomás de Aquino, Leibniz, Kant, Nietzsche, que pasa con ellos entre todos los que no nombramos? ¿Podemos reducir a estos pensadores frente a Sócrates? Si eso hubiera pasado entonces quedó desapercibida la aclaración: todos los pensadores de Occidente después de Sócrates, «a pesar de su grandeza». Por tanto, podría suceder que uno fuera el pensador más puro aun sin hallarse entre los más grandes. Así quedarían aquí algunas cosas por pensar, por ejemplo la frase sobre Sócrates ha sido introducida con las palabras: «Sigue siendo el secreto de una historia todavía oculta el hecho de que todos los pensadores después de Sócrates, a pesar de su grandeza…».
¿Se nos pasó eso? ¿Cuantas cosas han de pasarnos de largo idénticamente?
Alguien oye algo de Sócrates, el pensador más puro…, luego le pasa desapercibido el resto y continúa en la vía única de lo escuchado a medias e incluso hasta horrorizarse de afirmaciones dogmáticas tan unilaterales. Antes dijimos que nuestro camino permanece fuera de la mera reflexión sobre el pensar. ¿Cómo puede afirmar algo así uno que durante no ha hablado de otra cosa que del pensar? Quizá reflexionar sobre el pensar no es sino lo mismo que andar pensativamente tras las señales. Tal vez haya que pensar lo que significa reflexión.
Si intentamos aprender lo que significa pensar, ¿no nos perdemos en la reflexión que piensa sobre el pensamiento? Después de todo, un pensamiento viene cuando él quiere, no uno.
El pensamiento piensa cuando corresponde a lo más merece ser pensado. Lo que debe pensarse se muestra en nuestro tiempo grave en que nosotros todavía no pensamos. Parece una afirmación. Tiene la forma de un enunciado; ocupémonos de él. Nos interesan ante todo dos cosas: en primer lugar el tono y luego su fuerza como enunciado.
Se tiene una opinión dentro del mismo tipo de opinar sobre todo y sobre cada una de las cosas, la vía única. Cada periódico, cada revista semanal, cada programa de radio o televisión lo ofrece hoy todo en igual manera al opinar uniforme. Los objetos de las ciencias y el asunto del pensamiento son tratados con igual uniformidad.
Erraremos si creyéramos que la referencia a tales cuestiones sirve tan sólo a una una crítica de nuestro presente. Sería como un autoengaño embromado si creyéramos que un dejar de lado con gesto altanero es suficiente para alejarse al poder implícito del opinar unilateral, uniformemente nivelado (hacia un solo lado, abajo).
Es necesario ver con claridad lo que se está preparando aquí. El opinar unilateral, que ya no presta atención a la esencia de las cosas, se ha expandido en una un multiplicidad de asuntos en lo cotidiano, y para ello se ha puesto la máscara de lo inofensivo y algo natural. Pero este opinar genéricamente, que lo trata todo de manera uniforme y con igual falta de vergüenza, es sino la confirmación de lo que ya está en curso. Pues en el plano del opinar unilateral e uniforme se se sostiene el pensamiento de vía única. Por eso todo acontece allanado a una claridad inequívoca de los conceptos y las designaciones, cuya precisión mayoritariamente aceptada, asombra.
En primer lugar, no hemos de perder de vista que el pensamiento de vía única no coincide con el opinar unilateral; digamos que se construye sobre la base de éste y a la vez lo transforma según arreglo a fines, que se oculta como lo que da que pensar.
De acuerdo con la afirmación anterior ha de mostrarse que nosotros no pensamos todavía.
Según se puede entender, casi no puede discutirse que la afirmación que habla de nuestro tiempo grave y de lo que más requiere pensarse es un visión razonada sobre el presente. ¿Que podemos decir de tales juicios acerca del presente? Ellos caracterizan la época, por ejemplo, como enfocada al ocaso, como enferma, decadente, golpeada por la «pérdida del centro». Ahora bien, en tales juicios lo importante de “escuchar” no es que todos ellos señalan lo negativo, sino el acontecimiento de que en general contienen una apreciación estimativa. Determinan el valor, por así decirlo, el estado de precios, al que pertenece la época. Tales apreciaciones se consideran inevitables y al mismo tiempo engorrosas. Interesan porque dan la impresión de estar en lo justo, que representa el estado cosas, en lo cotidiano hoy. Y por eso tal vez pronto se les rinde el asentimiento de muchos, sobre todo durante la época destinada a constituirse con tales juicios. Ahora esas épocas son cada vez más cortas.


El hecho de que hoy vuelva a prestarse asentimiento a la afirmación de Spengler sobre el Ocaso de Occidente, aparte de determinadas razones externas, se debe a que las palabras de dicho pensador son la consecuencia negativa, aunque acertada, de la sentencia de Nietzsche: «El desierto está creciendo». Insistimos en que estas palabras están pensadas, en que son verdaderas palabras. Y sirvan de ejemplo a lo que puede dar que pensar.